viernes, 20 de junio de 2008

Libro

.
Un hombre compra un libro en una vieja librería. Leyendo cada capítulo se da cuenta de que lo que le ocurre al protagonista, anuncia lo que a él le va a suceder al día siguiente. Así sabe que su jefe le va a pedir horas extras, que su hijo va traer malas calificaciones y que su esposa prepara una fiesta sorpresa para su cumpleaños. Diversas circunstancias atribuibles al azar no le permiten leer más de un capítulo por día. Cuando él se da cuenta que ese es el mecanismo, decide hacer trampa y leer el final del libro. En el último capítulo al protagonista lo internan, porque un libro que leyó el día anterior lo sacó de quicio.

Años

.
Casi 20 de mis 42 años los dediqué a mis 8 hijos. 21 a acompañar a mi esposa y desde hace 4, a mis 2 padres enfermos. En 3 años tendré 45, la mitad de los 90 que vivió mi abuela. Llevo 24 trabajando, me faltan 6 años de aportes y 23 para la edad de jubilarme.
Estos 288 años me pesan en la espalda como una eternidad. Un día de estos me decido y pongo el contador en cero nuevamente.

jueves, 12 de junio de 2008

Celeste y rosa

Dedicado a Adriana


Revancha

.
Había tomado una decisión importante. Debía volver a la provincia, volver a ver su casa. La capital finalmente no le dio nada. Ni el bienestar, ni el placer, ni siquiera el aturdimiento que le hubiera servido, aunque más no fuera, para tapar su espesa soledad.
Llevaba pocas cosas en su bolso, algo de ropa, documentos, un cartel y una gruesa soga color arena, arrollada como una víbora asesina.
Llegó. La casa había estado cerrada. El bar “El Amanecer” también, con sus persianas bajas desde la última vez. No estaba sucio, alguien se encargaba de limpiarlo y airearlo cada tanto. Se sirvió un poco de agua de la canilla al pasar por la cocina, como el reflejo de una costumbre infantil. Dejó el vaso un poco más allá. Sus pies lo llevaron como sin quererlo al bar, donde había transcurrido una parte importante de su historia. El tonel de vino, el piano viejo y negro, el piso de madera que crujía bajo su peso, todo estaba como antes. Dejó en el mostrador su bolso y la gruesa cuerda arrollada.
Qué hubiera sido de él si se hubiera quedado. Le hubiera gustado llegar a ser el encargado del establecimiento, bajo la mirada benigna de su padre ya retirado. Pero la verdad era, y esto le dolía mucho, que aún sería el eterno chico de los mandados y mozo de los francos. Cuántas veces había querido tomar responsabilidades en el negocio y su padre no se lo permitió. Como cuando le ofreció encargarse de organizar peñas los sábados compartiendo la ganancia. El padre le dijo que no, y al tiempo se asoció con un amigo para hacerlas.
Miró un poco a su alrededor, miró las mesas, notó lo envejecidas que parecían sin sus manteles. En un cajón del mostrador encontró el viejo libro diario. Se puso a leer las anotaciones, las últimas escritas con un pulso tembloroso. El negocio había dejado de dar ganancias hacía rato. Por eso lo habría cerrado sin informarle nada a él, que recién se enteró al fallecimiento de su padre. Ahora era su propio pulso el que temblaba y sus ojos los que se enrojecían dificultando la lectura. Hubiera querido decirle muchas cosas a su padre, hablarle de su bronca, de su impotencia, de muchas ilusiones perdidas.
Fue hacia donde había dejado sus cosas y comenzó a desenredar la cuerda.
El nunca había cuestionado su autoridad, por qué su padre se había defendido de él como de su peor enemigo. Una vez le contó que estaba enamorado, que quería ahorrar plata para armar su hogar. Tal vez su novia podría trabajar con ellos. La decisión de aceptarla se fue postergando a la vez que su salario iba disminuyendo. “Los negocios van mal”, le repetía su padre.
No quiso dar más lugar a esos recuerdos que lo ponían al borde de la locura. La soga estaba lista y él ya había tomado la decisión.

Sobre el cartel de “El Amanecer” quedo uno más pequeño: “El Nuevo Amanecer, próximamente”, atado fuertemente con un cordel color arena.

jueves, 5 de junio de 2008

Parecidos

.
Tengo un tambor en un rincón de la sala. Él escucha las vibraciones del aire. Basta con poner una mano suave en su vientre tenso para darse cuenta. Escucha mi voz, el ladrido del perro, el auto que pasa. Y no dice nada, sólo tiembla. Si lo quieren oír, si lo golpean, entonces sabe sonar. No de cualquier manera, su sonido es todo cadencia y ritmo. Recordando el paso marcial de los ejércitos, el delirio de una samba en Río o el desacato de una manifestación callejera.
Pero me agrada creer que prefiere su condición de escucha, que nos parecemos.

lunes, 2 de junio de 2008

Sólo para escritores

Dedicado a Diego M

Cómo hacer literatura infantil

Es una literatura menor. Todo el mundo cree que el que escribe para chicos es porque no le sale para grandes. Más allá de que esto sea cierto, es una forma de escribir que tiene menos competencia. Si Ud. escribe algo medianamente decente y lo manda al blog de lalunanaranja o a la página de leemeuncuento, por ejemplo, seguramente se lo subirán. Un texto mediocre para adultos no encuentra tan fácil ubicación. Ni qué hablar de la publicación. En tanto en este rubro conozco editores que no leen lo que publican, porque los aburren las historias de animalitos.

Cómo hacer

La literatura infantil abarca un amplio rango de edades. Uno de los problemas que se plantean en cómo escribir adecuadamente para una edad determinada.
Por suerte para ustedes yo tengo un método muy sencillo para resolver esto.
Se trata de escribir primero un cuento normal (eso ya saben, se los enseñé antes), y luego fijarse, de acuerdo a lo tonto que salió, a qué edad lo destinaremos. Después adaptamos un poco los personajes y ¡listo!
Acá va un ejemplo:
Un astronauta se queda solo en el espacio por un desperfecto en su nave. Tiene oxígeno y agua para un par de días. Se da cuenta que los únicos que pueden ayudarlo son los rusos, pero son sus enemigos. Tal vez quieran matarlo si les pide ayuda. No sabe qué hacer. Decide arriesgarse. Los rusos lo salvan cuando casi no le queda oxígeno y nuestro amigo comprueba que son seres humanos igual que él, sólo que juran una bandera diferente.
Releyendo el cuento vemos que el argumento nos salió bastante bobo, un chico de más de ocho años, que usa Internet y maneja la Play Station con una sola mano, nos tira el cuento por la cabeza.
Ahora que determinamos científicamente que está dirigido a un niño de siete años, reescribimos la historia.
Una gacela pasea por el bosque. De repente cae una red encima de ella puesta por los cazadores. Ellos en uno o dos días vendrán a buscarla y la matarán. El único animal que puede ayudarla es el tigre con sus dientes grandes. Pero también es su enemigo y se la puede comer. Elige arriesgarse. El tigre la salva justo cuando venían los cazadores. Ella descubre que el tigre no es malo, mata sólo cuando tiene hambre.
¿La van captando?


Algunos secretos para encarar con éxito la literatura infantil

Cuanto menor es el lector más grande debe ser la letra en que se escriba.
Para los más pequeñitos deberá ser sólo imprenta mayúscula (esto es bastante difícil a mano, aconsejo máquina o computadora).
También van siendo más importantes las ilustraciones y los troqueles, por lo que sugiero aprender a dibujar y escribir textos que se puedan ubicar en forma de conejito, de osito o de perrito.
A medida que disminuye la edad de los lectores, más animalitos hay que poner, si pueden ser feroces haciendo de buenos, mejor (no hay teorías que lo expliquen).

Moraleja

Nadie sabe por qué, pero los cuentos infantiles necesitan moraleja.
La moraleja es una especie de enseñanza que se extrae del relato en forma natural, o un poquito forzada si se necesita.
Vamos a aprovechar el ejemplo anterior para comprobar qué futuro tiene Ud., colega escritor, navegando en el mar de la literatura infantil (linda imagen, ¿no?).
¿Cuál de estas moralejas le parece correcta para el cuento anterior?:
1) Hay que salvar el pellejo, no importa cómo.
2) A veces odiamos al enemigo sin conocer lo bondadoso que es.
3) Si alguien te puede ayudar, no te preocupes que esté rayado.
4) Si ves una gacela en apuros, dále una mano, en una de esas se te dá.
5) Caíste otra vez en la misma trampa, ¿qué le hace una mancha más al tigre?
6) A los tigres viejos nos gustan las gacelitas, hay que esperar que alguna caiga en la red.

Consideraciones finales

No escriban muy largo, los jóvenes nos tienen aún menos paciencia.
No den consejos, para eso están los padres.
Manden algo a ver cómo sale. Y si están ganando plata o fama, avisen.
Colorín colorado.