jueves, 5 de junio de 2008

Parecidos

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Tengo un tambor en un rincón de la sala. Él escucha las vibraciones del aire. Basta con poner una mano suave en su vientre tenso para darse cuenta. Escucha mi voz, el ladrido del perro, el auto que pasa. Y no dice nada, sólo tiembla. Si lo quieren oír, si lo golpean, entonces sabe sonar. No de cualquier manera, su sonido es todo cadencia y ritmo. Recordando el paso marcial de los ejércitos, el delirio de una samba en Río o el desacato de una manifestación callejera.
Pero me agrada creer que prefiere su condición de escucha, que nos parecemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

en este no puedo ser objetiva...
creo que es autobiográfico ciento por ciento...
Adriana