miércoles, 1 de diciembre de 2010

viernes, 10 de septiembre de 2010

Ropa de procesión

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Oh María, Madre mia

Virgencita de Luján

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¡Qué hermosa es la virgen! ¡Todos la admiran!

Como es su día la sacamos a pasear por el barrio. No somos muchos, el Padre José dice que somos los elegidos. Yo no falto nunca a estas ocasiones. Me pongo mi vestido marrón oscuro y me cuelgo el rosario al cuello.

Me imagino que los vecinos nos debe admirar cuando pasamos con la imagen por sus calles. Deben pensar: ¡qué bien lo que hace esta gente, está adorando a la virgen para que luego todos tengamos más felicidad! Alguno pensará: yo no tengo constancia de ir todos los domingos a misa, apenas para pascua, ¡qué bueno que haya vecinos que sí van y se ocupan de esas cosas por nosotros! Porque alguien tiene que ocuparse, creo. Sino Dios no sabría qué necesitamos de él. Y tampoco la Virgen, la madre de su hijo, que no es su esposa, porque ella estaba casada con José. Bueno, casada pero virgen. Yo nunca podría ser como ella, porque a mi me gusta el sexo. Y está bien lo de ser la madre de Jesús, pero había algo de la vida que se estaba perdiendo. Bueno, no sé cómo sería en ese tiempo. Pero me parece que siempre fue igual. O parecido, porque la gente se bañaba menos, algunas cosas harían, otras no.

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Amparadme y guiadme

a la patria celestial.

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¿Y José qué haría? ¿Qué haría para que no le crezcan pelos en las palmas de las manos? O a lo mejor tenía otra. Tenía una virgen en casa y una mujer común afuera. Entonces María era como cornuda. Virgen y cornuda, extraña combinación. Hay que tener conducta para seguir virgen con tanta tentación. Yo, esforzándome, hubiera llegado a los diecinueve, pero más no.

Pobre José, le tocó lo peor. Con María, sólo amor platónico. Hijos propios no tuvo, pero tuvo que criar y alimentar a Jesús. Y Jesús proclamando a los cuatro vientos que no era hijo de él sino del Otro Padre. Nosotros ya lo entendimos, pero en ese tiempo debió de haber sido difícil. Y su paso a la historia no fue el mejor. No recuerdo ninguna oración que le hayan hecho a José para rezarle.

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Oh María, madre mía

Virgencita de Luján

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Pero María está hermosa con ese vestido hasta los pies, hecho con hilos dorados y sedas finas. Debe tener enaguas almidonadas o algo así, porque ella es delgadita. ¿Cuándo se habrá puesto esos vestidos? Porque era de familia pobre. Y el hijo no se le casó, que podría estar bien de madrina así. Aunque dicen que la madrina no tiene que opacar a la novia. Y famosa se hizo después, cuando Jesús fue grande y empezó a hacer milagros. ¿Se habrá hecho vestuario para esas ocasiones? Pero cuando Jesús fue crucificado al menos tendría cincuenta, para aquella época, una vieja. A lo mejor por eso se decidió a hacer sus apariciones con hermosos vestidos. Yo hubiera hecho lo mismo. Y me hubiera aparecido así, jóven y bien empilchada. Como Mirta Legrand.

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Amparadme y guiadme

a la patria celestial.

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Acá tenemos que dar la vuelta para entrar de nuevo a la capilla. Cuánta gente, creo que volvimos muchos más de los que salimos. Lo que pasa es que la fe es contagiosa. Yo hago bien en venir a todas las procesiones, me estoy ganando el cielo. Porque si una reza sola en su casa, Dios puede ser que la escuche, puede ser que no. Pero a esta multitud de gente caminando por la ciudad, la tiene que ver de allá arriba. Y cuando le llame la atención y mire con detalle, seguro que me va a ver a mi. A lo mejor debería haberme vestido más llamativa, pero me pareció que era mejor ropa oscura. Nadie dice qué ropa hay que traer. Después le voy a preguntar al Padre José... no me había dado cuenta, se llama como el padre de Jesús. Y también le toca lo de la abstinencia sexual. A lo mejor hace como el otro José y tiene algo por afuera. A mi nunca me insinuó nada. ¡También! ¡Con esta ropa oscura que traigo a las procesiones!

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viernes, 28 de mayo de 2010

Detenerse

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Hay veces en que uno se detiene. Viene empujado por las obligaciones, lo que queda por hacer, lo que convendría que ya esté realizado y no lo está…Y hace un alto.
Y piensa.
Y pienso.
Sé que cada mañana me miro al espejo, me digo que empiezo un mundo nuevo y lo hago. Pero hay un sendero que va quedando atrás. ¿Qué cosas voy dejando a un costado sin darme cuenta? ¿Qué cosas la vida me va llevando para dejarme otras en su lugar?

Lo que viví.

Toda esa gente que se cruzó en mi camino y no he vuelto a ver.
Personas que quise y se las llevó la circunstancia.
Alguien que me amó y yo olvidé.
El cariño de mi abuela que ya no está.
Profesiones que tuve y que ya no las siento mías.
La habitación que aparece cuando apago la luz.
Infinitos preparativos de un casamiento.
El gato Mimoso despertándome de la siesta.
Una mamadera a las 3 de la mañana.
Una guardia de hospital a las 6.
Mi primera fotografía bien pagada.
Aplausos en una conferencia donde soy orador.

Aquellos momentos únicos.

El día anterior al primer beso.
El día siguiente.
Mi hija bebé durmiéndose cansada de llanto en mis brazos.
Una playa de risas infantiles en San Clemente.
Entrar al primer departamento propio y verlo como un palacio.
Una noche de pasión sin entender el idioma.
El reflejo de la ventana en la sedosidad de una piel morena.

El espacio de mi niñez.

Una sortija como trofeo de mi habilidad.
Zapatitos blancos arruinados en su estreno.
Un padre colérico enfurecido por cualquier cosa.
Una trinchera de caños pluviales donde esconderse y jugar.
La niña de enfrente mostrando la bombacha.
Yo pidiendo ver más.
Una maestra enamorándome.
Larguísimas noches sin electricidad.
Versos de amor con rima sin destinataria.
María del Carmen.
Las historias de mi madre caminando a casa de la abuela.
Su paso imposible de alcanzar.
El Dios de la Hermanas Azules.
Mis esfuerzos por creer.
El fin del mundo en el fin de la primaria.
Liliana y mi timidez apenas púber.
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miércoles, 3 de febrero de 2010

Primicias

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Sabida es la puja periodística entre los dos canales nacionales de noticias. Ya en el primer día del año se empezó a disputar cuál sería el líder en audiencia. Cada canal convocó a la totalidad de su personal para una jornada especial, no sólo para la producción de noticias, sino también para el monitoreo de su competencia.

En el canal de noticias ABC encargaron a un notero que entrevistara al primer turista en arribar a Mar del Plata. Otro fue destinado a grabar el llanto del primer bebé nacido en Buenos Aires.

Pero el canal Primicias los sorprendió anunciando la nota al ganador de la primera bolilla del Casino de Mar del Plata y la primera boleta de tránsito en calles porteñas.

Entonces ABC instruyó a sus periodistas para conseguir el primer beso del año en los boliches de Constitución y el primer cliente en confundirse con un travesti en el Microcentro porteño.

Primicias no quiso quedarse atrás y destinó su personal a buscar el primer marido engañado con un guardavidas en La Feliz y la primera discusión fuerte entre cuñados, con o sin agresión física, en Buenos Aires.

Ahora sí, el canal ABC, no pudo hacer otra cosa que destinar todo el personal posible, incluso al que se hallaba de licencia, a buscar la primera lágrima adolescente derramada por amor en la ciudad balnearia y la primera muela fisurada por un turrón de Alicante en esta Capital.

Fue un comienzo de año pocas veces registrado. Quienes siguieron esta maratón de noticias supieron la altura de la primera ola, el título de la primera película porno alquilada y la primera pareja que se deshizo tras un mensaje delator en el celular.

Pero no fueron muchos, la mayoría de la población seguía en los otros canales las alternativas de la renuncia del presidente, producida curiosamente, el primer día del año.

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viernes, 22 de enero de 2010

Palmira

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La voy a llamar por teléfono. Estoy decidido. Lo vengo postergando un poco, pero creo que hoy es el mejor día. Le voy a mostrar mis sentimientos y ella se va a dejar seducir por mí.

Ahora es un poco temprano. Antes de las 9 seguro que Palmira no se levanta. Cuando vivamos juntos la voy a despertar con mis besos y le va a encantar madrugar.

Podría llamarla ahora, ya son las 9:30. Ella estará desayunando su té con tostadas en la mesa de la cocina, me la puedo imaginar. Me va a gustar que más adelante ella me ofrezca una tostada con manteca mientras yo leo la sección deportiva del diario. Pero para atender el teléfono va a tener que levantarse, puede sacudir la mesa y volcar el té en el platito, a mí me pasa. O atenderme apurada para que no se le enfríe. Ahí estoy mal, porque preciso tiempo para llevar la conversación adonde yo quiero. Mejor espero que termine su desayuno.

Ahora podría ser, son casi las 12. Debe estar haciendo las tareas de la casa. ¡Qué hermosa debe estar con el delantal y el cabello recogido en una colita! Tal vez cuando estemos juntos y yo falte al trabajo un día, la vea así. Voy a intentar abrazarla por detrás y besarle el cuello y ella me va a rechazar diciendo que tiene mucho para limpiar. Quizá ahora se esté acordando que tiene que hacer compras y los negocios van a cerrar. Va a estar saliendo y volviendo a entrar para descolgar el teléfono. Me va a atender con disgusto, pensando cómo arreglarse con lo que tiene si no llega a comprar nada. No es momento para llamar.

Ya son más de las 3, tal vez sea la hora oportuna. Ya se levantó de dormir su siesta. Estará poniendo la pava para unos mates. ¡Cómo me gusta una mujer que sabe hacer mate! Para mí no hay felicidad más grande para un hombre que su compañera le cebe unos amargos con bizcochitos de grasa. ¿Sabrá hacer bizcochos caseros? Tengo que preguntarle. ¿Y si todavía no se levantó? ¿Y si se quedó un rato más porque la comida le cayó pesada? No voy a despertarla con el teléfono. Cuando a mi me hacen eso me pone de muy mal humor.

Se hicieron las 6 y media. No está mal. Debe estar mirando la novela de la tarde. Eso me viene bien, está escuchando palabras de amor en boca de los actores. Y luego va a escuchar las mías. Que no serán tan bien dichas pero sí sentidas, y de un hombre de carne y hueso. Y después se las voy a repetir todos los días, para que no diga como todas, que los hombres callamos nuestros sentimientos. Pero tal vez la novela esté en su parte más interesante, cuando el protagonista se entera que murió su tío multimillonario o que su hermana no es su hermana. Y yo la estoy llamando. Y ella me dice “habláme rapidito que me pierdo la mejor parte”. No, no puedo llamarla ahora.

Ya es de noche, y de noche hay otro clima. Palmira seguro ya vio que hay luna llena. Todos nos ponemos más sensibles una noche así. Yo voy a aprovechar todas las noches de luna para llevarla al balcón a contemplar el cielo. Eso me va a abrir las puertas de una velada de mucha pasión y lujuria. A las mujeres les encanta el romanticismo. Pero no creo que me atienda el teléfono, pensará que a esta hora sólo llaman bromistas y números equivocados.

¡Qué lástima! Cuando la conocí en la cola del banco y me dio su número de teléfono pensé que iba a ser más fácil. Pero de nada me sirve tener su número si no hay horario en el día en que me pueda atender.

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miércoles, 13 de enero de 2010

La química del amor

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- Lo primero que tenés que saber son las valencias de los elementos- le dijo ella.

- Las tengo en esta tabla – dijo él- y te escribí un verso en el margen blanco.

- Después los combinás de forma que las valencias coincidan – dijo ella curiosa- ¿me lo leés?

- ¿Si no tienen el mismo número no se combinan? – dijo él – Te lo leo al oído.

- Podés poner uno de valencia 2 con uno de 6 agregando un 3 adelante, me río porque me hacés cosquillas.

- Y las que tienen varios números, ¿cuál uso? Sé otro verso de memoria.

- Podés usar cualquiera, pero la sustancia resultante tiene diferente nombre, no me beses la oreja que me ponés nerviosa.

- ¿Cómo sé los nombres? ¿Puedo ver si en la boca no te pone nerviosa?

- Hay una regla nemotécnica, sólo un beso chiquito.

- ¿Cuál es la regla? ¿querés ser mi novia?

- El pico del pato y el pito del oso, bueno ¿vos me querés?

- Sí, ¿hacemos recreo?

- Un ratito, ¡pero después seguimos!

- Por supuesto, más ahora que estoy entendiendo cómo funciona la química.

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