jueves, 26 de septiembre de 2013



Así vi la cordillera desde el aire

jueves, 29 de agosto de 2013

Desilusión


Creí que por fin te había encontrado.

Te pedí entonces que encendieras mis ilusiones. Te pedí unas gotas de baile cadencioso, un boleto en tu viaje astral, un atajo a tu intimidad. Te pedí un silencio impregnado de voces, una campana llamando a locura, una brizna de eternidad. Te pedí el dibujo de mi nombre en tu boca, el estruendo de una pasión despertada, la complicidad de tu piel, el lápiz que va escribiendo mi futuro. Te pedí que quemes tus naves, que despilfarres tus palabras, que enfermes de dependencia, que desgarres los minutos de espera, que hilvanes sonidos entrecortados.  Te pedí la suave penumbra de tu voz, el diamante de tu mirada, el perfume de lo deseado. También la lentitud de una caricia que se demora, la insolencia de un sentimiento repentino, las alas de una ilusión.

Pero no me escuchaste. Me diste tu amor de telenovela, los boletos de una película empezada, crédito para llegar a fin de mes. Me trajiste las dudas de lo que creo, los adjetivos fáciles de mis sustantivos, la coreografía ensayada del cortejo. Me diste lo que ya tenía y quería perder, lo que intento ocultar y no consigo, los celos que se disfrazan de sentimientos. Me rimaste amor con dolor, me dijiste lo que habías repetido a muchos, me calificaste sin verme. Confundiste persecución con presencia, antigüedad con intensidad, concesiones con derechos. Me viste igual a los demás, me enredaste en suposiciones, me confundiste con lo que no soy.

Entonces quité de tu cuerpo mis ilusiones, levanté los puentes de mi castillo, desoí voces de reconciliación.

Y aquí estoy nuevamente solo, creyendo que aún es posible el milagro.

jueves, 11 de abril de 2013

Sopa de letras

Tenía un rato para leer, no mucho. Se decidió entonces por la biblioteca de lecturas rápidas. Eso le evitaba tener que elegir autores, títulos, esperar que le trajeran el libro y todo eso que le demandaba tiempo. A veces lo hacía, y cuando empezaba a leer, ya se le había acabado el rato disponible.

Entró y miró hacia los carteles luminosos para ver qué pedir. Los combos eran: autoayuda espiritual + aforismos inspiradores, autoayuda empresaria + decálogo del triunfador, literatura amorosa + frases para memorizar y literatura general + sopa de letras. Le interesó esto último, porque la sopa de letras se la guardaba para el final de su horario de trabajo, que era bastante aburrido.

Tuvo suerte porque por cincuenta centavos más le dieron las soluciones de los crucigramas, para que hiciera la comprobación.

Se sentó en una mesa a leer el texto impreso, estaba interesante, no decía su autor, pero era llevadero hasta el final. Tanto le gustó, que se quedó con ganas de más y se preguntó cómo medirían en esa biblioteca la cantidad de texto que a cada uno le satisface leer.

En su reloj vio la hora de volver a la oficina y recogió sus cosas de la mesa bien iluminada.

Al salir miró nuevamente el impactante cartel de promoción y no pudo menos que preguntarse por qué su sopa de letras parecía un folleto de supermercado, y la del cartel, un tomo de la historia del arte encuadernada en cuero con letras de oro.