miércoles, 16 de julio de 2008

Labios

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Adoro los labios pequeños. Esos que apenas enmarcan. Están, pero no eligen ser protagonistas, prefieren la simpleza del actor de reparto. Los disfruto cuando el dorso de mi mano pasa sobre ellos, cuando los beso o cuando sólo los intuyo.
¿Puedo pedir más? Sí, tal vez un clítoris que no se me esconda y una mujer apasionada.

sábado, 12 de julio de 2008

Telegrama

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Dos hombres con nombre parecido en el vecindario. El cartero lleva un telegrama de despido a la persona equivocada.
El despedido sin telegrama acude a su trabajo. A su jefe ya se le ha pasado la bronca y se arrepiente de haber mandado la misiva. Al enterarse que no llegó, nunca más la menciona.
El falso despedido apura el proyecto postergado de abrir su propio negocio que, a decir de los vecinos, resultó más que exitoso.

domingo, 6 de julio de 2008

Un día de mi vida de colectivo

Relato sin adjetivos calificativos

Véanme salir del garage. Todo perfume y limpieza, todo espacio. Y mi chofer comenzando su día con disposición, con humor. Pero lo conozco y se lo efímero de su estado.
En la esquina, dos jóvenes y una señorita: minifalda, piernas y tacos. La mirada del conductor hizo recorrido de ida y de vuelta.
De a poco me voy llenando. Una anciana pone moneditas que la máquina se niega a aceptar, y la cola de los que están abajo se desespera.
¡Alguien que ceda un asiento, por favor! - ruge la voz del chofer. Miradas que se cruzan, desgano, incomodidad; finalmente se levanta el voluntario, la embarazada se sienta y la tensión desaparece.
Una seña de detención llega tarde, y para no dejar el pasajero de a pie, le cierro el paso a un taxi. Gritos y ademanes, improperios e insultos ponen fin a la tranquilidad de mi compañero el chofer.
En la esquina de una escuela, un mar de guardapolvos me inunda y a gotas los voy dejando a cada uno en su casa. Me gusta su alegría, su espontaneidad me hace felíz.
Mi sensación es que transcurre un día como otros, pero algo me dice que a mi conductor no le ocurre lo mismo. Una mujer que subió preguntando por unas calles, encontró respuestas a esa inquietud y a varias más, porque hace rato que los veo conversando. Una frase, una sonrisa, una pregunta y más sonrisas. ¡Que preste más atención que ya tuvimos dos frenadas!
El pasaje se va raleando, vuelve a verse lo espacioso de mi interior, pero el desodorante del inicio trocó en humo, sudores, alientos y encierro.
Ya estamos solos, el chofer, yo... y ella (parece que nos acompaña al garage).
Sean amables conmigo, ¡no me ensucien el asiento de atrás!