jueves, 1 de octubre de 2009

Deseo

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Rumo la primera estrella
Que brilla cuando el sol pusa
Que la noche sada acusa
Y en su rigona destella
Le pido simoles deya
Le pido cambas sabinas
Quiero que nuevas adimas
Mitoquen mis alumaves
Pero la estrella no sabe
Cómo argolar las supinas.
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lunes, 14 de septiembre de 2009

Sabores

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El agua no tiene sabor.
O lo tiene de una forma muy particular. A veces pienso que cuando la bebo me hace sentir el sabor de mi propia boca. Como un beso apasionado, que me deja sentir el gusto de otra boca. Y quizá lo que más me excita es la humedad de la otra boca.
¡Algunas veces el agua tiene sabor excitante!
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jueves, 23 de julio de 2009

Oración

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Padre nuestro que estás en los cielos. Seguro que a Dios lo imaginaron en el cielo por lo de infinito y desconocido. Cuando conozcamos más el universo, ¿Dónde lo pondremos?
Santificado sea tu nombre. O sea, le ponemos “San” adelante. ¿Como queda mi nombre con San adelante? “San Gabriel”, suena bien, claro, todos los nombres tienen un santo. Para que aparezcan más santos habría que inventar más nombres.
Venga a nosotros tu reino. Debe ser como una herencia, cuando Dios se muera nos tocan sus bienes. Pero repartidos entre tantos y después de deducir impuestos, en una de esas no nos queda nada.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. O mejor podría elegir el cielo para su voluntad y dejarnos la tierra para nosotros y no meterse tanto. El Papa quedaría descolocado. Un representante sin voz ni voto. Podría ocuparse de tramitar los permisos de las naves que atraviesan el cielo.
El pan nuestro de cada día danoslo hoy. Mañana ya está seco. Sino que sea galleta, que dura más. La panadería cerca de mi casa hacía unas galletas marineras que no las he vuelto a comer. Tal vez tuviera inspiración divina.
Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Igual, cuando no te quieren pagar, no te pagan. Yo ni me gasto en mandar cartas-documento. Ahí no se si perdono o me resigno a no cobrar.
Y no nos dejes caer en la tentación. A mi me gusta caer de vez en cuando en alguna. Un chocolate en el medio del régimen, comprar algo superfluo, apoyar a alguna mujer en el subte…
Más líbranos del mal. ¿De qué mal? ¿Del mal de ojo? ¿Del mal de Chagas? ¿Del mal del San Vito? Debe ser de ese, que es un mal santo.
Amén. Que es “Así sea”. Como “Colorín Colorado”. Como “Fueron felices y comieron perdices”. ¡Qué ganas de ir a cazar perdices al campo! Voy a limpiar la escopeta. Y a seguir rezando para que no llueva el fin de semana.
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jueves, 11 de junio de 2009

Política

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Una de las primeras medidas que tomó el gobierno fue cambiar los colores de los semáforos. Pero el asombro de los automovilistas duró muy poco, hasta que unos días después una ordenanza los obligaba a circular por las veredas, en tanto que los transeúntes gastaban las suelas de sus zapatos en el asfalto oscuro.
Muchos padres encontraron dificultad en enviar a sus niños a la escuela durante la noche y los maestros no sabían si debían permitir o no los bostezos en clase.
Los negocios abiertos sólo los fines de semana daban bastante animación a los centros comerciales, pero el pan que se comía los viernes desafiaba los dientes más afilados.
La utilización de los sanitarios masculinos por parte de las mujeres, y viceversa, motivó no pocas situaciones risueñas durante el período de adaptación, aunque hubo también vivillos que se hicieron los falsos confundidos.
A pesar de haber sido el único partido que al asumir el gobierno cumplió con sus promesas electorales, la Alianza para el Cambio no fue reelegida. El voto de las mascotas fue decisivo y la relegó a un segundo lugar.

martes, 21 de abril de 2009

Sentidos

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La manija de la puerta vaivén del bar se notaba fría. La empujé con decisión y entré. El salón parecía estar bastante lleno de gente, se escuchaba un murmullo alto y algunas risas disonantes. Un profundo olor a café torrado invadía el lugar, debía ser la especialidad de la casa.
Ni bien entré, escuché la voz de de Matilde que me llamaba. Estaba sentada en una mesa de la izquierda.
Nos dimos un beso en la mejilla. Sentí que no era un beso indiferente, que realmente tenía ganas de verme. Estando tan cerca percibí que había cambiado su perfume por uno más floral y no tan fino. Me senté frente a ella. La silla era de madera rugosa, pero bastante cómoda. La mesa tenía mantel de algodón y le habían puesto un vidrio por encima para protegerlo.
Apenas después del saludo, Matilde me comenzó a contar lo que la preocupaba: una situación de celos con su hermana. Escuchaba su voz recortada en el fondo del ruido general, en una mesa vecina algunas docentes discutían sobre un paro y en otra unos jóvenes hablaban de fútbol.
El aroma de café prometía un sabor mejor del que ofreció. Tal vez el paquete haya tomado un poco de humedad, por suerte las masitas que lo acompañaban estaban hechas del día.
Escuche un rato a Matilde. Su tono se iba poniendo más calmo a medida que hablaba y el tema viró hacia situaciones más divertidas, se ve que estaba necesitando compartir sus cosas con alguien, y a mi me gusta escucharla. Me gusta Matilde. Me gusta sentarme con ella a tomar un café y me siento bien cuando pongo mi mano sobre su brazo para caminar, tiene una piel firme con un vello suave.
Conversamos y nos reímos un largo rato. Luego pagamos el café y me acompañó a la parada del ómnibus. El beso de despedida fue aún más afectuoso que el de recibimiento.
Estoy ilusionado con ella, pero voy despacio porque sé que para Matilde no va a ser una decisión fácil.
Igual no puedo dejar de imaginarme lo hermoso que puede ser la vida juntos: mimarnos, acompañarnos, querernos. Yo voy a ser quien siempre la escuche, y ella, los ojos que no tengo.
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jueves, 12 de marzo de 2009

Síntomas

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Dedicado a Reni

Cuando Isabel compartía su vida conmigo, yo gozaba de buena salud. No digo por esto que algunos días no sufriera por digestión lenta de celos o por malestares de confianza ciega. Pero era esporádico. ¿Quién no tiene de vez en cuando una acidez en los sentimientos?
Pero cuando su ausencia se instaló en mi casa, la enfermedad lo hizo también. Esa misma noche sufrí una rotura en los ligamentos cruzados de la autoestima, que todavía no cicatrizan. Pocos días después, estando en plena calle, se me manifestó un cuadro agudo de hipotensión afectiva, tal vez asociada a la falta de desayunos compartidos.
Yo creí que el trabajo, que me mantiene ocupados el cuerpo y la mente, me iba a proteger. Pero no fue así. En la mitad de la mañana, a eso de las diez, una anemia de besos telefónicos me debilitó a punto de tener que recostarme. Ninguna transfusión de ánimo de mis amigos me hizo efecto. A la vuelta del almuerzo, inesperadadamente, sufrí de violentos cólicos de tristeza frente a la foto sonriente de Isabel.
Dicen que los síntomas se agravan por la noche y debe ser verdad.
Casi siempre al acostarme una fiebre virósica de recuerdos no me deja alcanzar el sueño. Espásmos de mates en la playa, de amaneceres acurrucados, de risas sin motivo, me sacuden todo el cuerpo.
Mañana empiezo la serie de estudios clínicos. Luego me dirán el tratamiento a seguir.
Pero no soy muy optimista: la medicina aún desconoce muchas enfermedades.

jueves, 26 de febrero de 2009

Noticia

Hay mucha demora hoy en el regreso a casa.
Hay mucha mujer hermosa por la calle. Mucha cerveza aún en los bares. Miles de fichas en las máquinas tragamonedas. Varios amigos con la tarde libre. Algunos resultados del fútbol para comentar. Cientos de contactos en el Messenger. Decenas de personas en la línea erótica...
-¿No escuchaste en el noticiero, querida, la demora que hubo para salir de la ciudad?

martes, 6 de enero de 2009

Carta a Mary

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Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro, las voces de los ecos,
y escucho solamente entre las voces, una.
Antonio Machado

Querida Mary:

Hoy hablaste de la felicidad. Te dije que no te podía dar consejo, entre otras cosas porque no creo que sean de utilidad. Lo que puedo hacer es contarte sobre mí.
Yo me siento feliz porque me encanta la vida. Creo que la vida en el universo no es la regla, es la excepción. Es la discontinuidad, un efecto secundario. Por eso en los procesos del cosmos que se miden en millones de años, nuestra vida es un instante. Es un fósforo que se enciende, se consume y se apaga. Tiene mucho de mágica. Creo que tenemos la oportunidad única de aprovecharla.

Muchas veces las cosas me salen mal. Cuando el problema me parece grande trato de alejarme y verlo con más perspectiva.
Por ejemplo, me retrasé con la revista y no va a estar cuando abra la exposición. Es grave, todos mis clientes esperan ver su aviso en ese momento. ¿Qué hago? ¿Me desespero? No, tomo perspectiva y pienso que esta es una de todas las exposiciones que voy a participar. Que dentro de dos o tres años ni yo me voy a acordar de esto. Lo importante para mí ahora es disminuir el impacto. Voy a llevar revistas anteriores para repartir, retirar hojas sueltas de la imprenta para mostrar algún aviso y que el cliente al menos lo vea. A la vez pienso y anoto qué medidas tomar para que no me vuelva a suceder. Me predispongo a enfrentar lo que venga: algún cliente se enojará, alguno no me querrá pagar el aviso, la competencia sonreirá. Algo voy a perder porque hice mal mi trabajo, es lo natural. Pero la tierra no va a parar su rotación, mis amigos no van a dejar de quererme, ni se va a terminar mi vida por este problema. Por suerte, no soy tan importante que la existencia del mundo dependa de mí. Nada que yo haga mal, va afectar la capa de ozono ni la cantidad de alimento que se dispone en el mundo.

A veces tengo problemas con mis afectos. Mi hija Mailén está enojada conmigo porque se terminó mi relación con mi pareja de varios años. Ella le tenía mucho afecto. Mi ex pareja no está hablando muy bien de mí. La gente que trabaja en mi oficina, a quienes aprecio, a veces piensan que no soy equitativo o que no los valoro.
En esas situaciones pienso que en la vida estamos, en última instancia, solos. A mis hijas les doy amor, las acompaño y les transmito lo poco que pude aprender, pero sus vidas son sus vidas. Ellas harán lo que les parezca mejor y seguro me reprocharán lo que creen que hice mal, elegirán qué hacer y dónde, y yo sólo podré darle lo que tengo: amor, buena voluntad y el ejemplo de buscar siempre la felicidad. No puedo darles lo que ellas creen que merecen recibir, porque es utópico.
Mi idea de una pareja es elegirse para quererse y acompañarse. No pienso en construir mi vida en función de la felicidad de la otra persona. ¡Ojalá puedan darse ambas cosas!

Mi felicidad está alimentada por el amor de los que me rodean, por el reconocimiento de que lo que hago sirve, por la contemplación de la naturaleza, del arte, por los logros económicos y por algunos momentos fugaces en que me parece que entiendo de qué se trata todo esto. Está alimentada, te decía, pero no depende de estas cosas. Yo estoy solo y debo aprender a encontrar lo que necesito. Debo disfrutar de la vida tal cual está, puedo procurar algunos momentos especiales de placer, pero en general deberé aprender a ser feliz en todos los momentos, cuando hago la cola en el banco, cuando miro una película o cuando trabajo. Eso lo hago a partir de una actitud de disfrute, aunque sea por el solo hecho de disponer de vida, ese bien tan escaso y breve en el universo.

Trato de no poner lo bueno sólo en lo que va a venir, el fin de semana, las vacaciones, cuando me jubile, cuando termine el departamentito. Esa es una ilusión óptica que hace automáticamente mi cerebro. Yo trato de desarticularla. Porque si yo no aprendo a ser feliz en todo momento, tal vez pueda aprovechar poco cuando esas cosas lleguen.
Yo descubrí ( para mí, tal vez todo el mundo ya lo sabía) que las situaciones nuevas que deseo y por las que tanto me esfuerzo me dan eso prometido, pero me hacen perder mucho de lo anterior. Si no logré disfrutar la etapa anterior, con la nueva ya será tarde.
Por ejemplo si cuando camino y viajo en colectivo pienso que la dicha va a estar cundo tenga auto. Seguramente sucederá eso, pero también me voy a dar cuenta que no tengo dónde leer, que me creció la panza, que me preocupa el pronóstico por si viene granizo, que me aparecen gastos inesperados…

Como miro alrededor y veo que la mayoría de la gente que me rodea no es feliz, trato de protegerme de ella. No escucho a la gente que siempre tiene una razón para no estar bien, pero me acerco al que realmente sufre por algo. No me enrosco con los noticieros ni los diarios.

Tal vez algo de lo que conté te resuene. Y espero sinceramente que tu existencia se deslice por los mejores caminos, sabés que te aprecio mucho. Luis
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