martes, 21 de abril de 2009

Sentidos

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La manija de la puerta vaivén del bar se notaba fría. La empujé con decisión y entré. El salón parecía estar bastante lleno de gente, se escuchaba un murmullo alto y algunas risas disonantes. Un profundo olor a café torrado invadía el lugar, debía ser la especialidad de la casa.
Ni bien entré, escuché la voz de de Matilde que me llamaba. Estaba sentada en una mesa de la izquierda.
Nos dimos un beso en la mejilla. Sentí que no era un beso indiferente, que realmente tenía ganas de verme. Estando tan cerca percibí que había cambiado su perfume por uno más floral y no tan fino. Me senté frente a ella. La silla era de madera rugosa, pero bastante cómoda. La mesa tenía mantel de algodón y le habían puesto un vidrio por encima para protegerlo.
Apenas después del saludo, Matilde me comenzó a contar lo que la preocupaba: una situación de celos con su hermana. Escuchaba su voz recortada en el fondo del ruido general, en una mesa vecina algunas docentes discutían sobre un paro y en otra unos jóvenes hablaban de fútbol.
El aroma de café prometía un sabor mejor del que ofreció. Tal vez el paquete haya tomado un poco de humedad, por suerte las masitas que lo acompañaban estaban hechas del día.
Escuche un rato a Matilde. Su tono se iba poniendo más calmo a medida que hablaba y el tema viró hacia situaciones más divertidas, se ve que estaba necesitando compartir sus cosas con alguien, y a mi me gusta escucharla. Me gusta Matilde. Me gusta sentarme con ella a tomar un café y me siento bien cuando pongo mi mano sobre su brazo para caminar, tiene una piel firme con un vello suave.
Conversamos y nos reímos un largo rato. Luego pagamos el café y me acompañó a la parada del ómnibus. El beso de despedida fue aún más afectuoso que el de recibimiento.
Estoy ilusionado con ella, pero voy despacio porque sé que para Matilde no va a ser una decisión fácil.
Igual no puedo dejar de imaginarme lo hermoso que puede ser la vida juntos: mimarnos, acompañarnos, querernos. Yo voy a ser quien siempre la escuche, y ella, los ojos que no tengo.
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5 comentarios:

adry brovia dijo...

hola Luis!!!
Pensé que ya no escribías...
Espero que tus ojos sean los de ella también!
Te mando un beso con gusto a tecito de durazno,para que no te olvides de mi!!!
Adriana

Anónimo dijo...

Terno...doce... como tudo o que voce faz. Siga escrevendo que nos faz muito bem !

Anónimo dijo...

Siempre logras sorprenderme!Muy bueno! Te quiero. July

Anónimo dijo...

Me pareció sensible, sutil, hermoso, se me cruzo como sería sentirse Matilde.

Anónimo dijo...

¡Lindo, lindo, lindo!