viernes, 10 de septiembre de 2010

Ropa de procesión

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Oh María, Madre mia

Virgencita de Luján

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¡Qué hermosa es la virgen! ¡Todos la admiran!

Como es su día la sacamos a pasear por el barrio. No somos muchos, el Padre José dice que somos los elegidos. Yo no falto nunca a estas ocasiones. Me pongo mi vestido marrón oscuro y me cuelgo el rosario al cuello.

Me imagino que los vecinos nos debe admirar cuando pasamos con la imagen por sus calles. Deben pensar: ¡qué bien lo que hace esta gente, está adorando a la virgen para que luego todos tengamos más felicidad! Alguno pensará: yo no tengo constancia de ir todos los domingos a misa, apenas para pascua, ¡qué bueno que haya vecinos que sí van y se ocupan de esas cosas por nosotros! Porque alguien tiene que ocuparse, creo. Sino Dios no sabría qué necesitamos de él. Y tampoco la Virgen, la madre de su hijo, que no es su esposa, porque ella estaba casada con José. Bueno, casada pero virgen. Yo nunca podría ser como ella, porque a mi me gusta el sexo. Y está bien lo de ser la madre de Jesús, pero había algo de la vida que se estaba perdiendo. Bueno, no sé cómo sería en ese tiempo. Pero me parece que siempre fue igual. O parecido, porque la gente se bañaba menos, algunas cosas harían, otras no.

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Amparadme y guiadme

a la patria celestial.

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¿Y José qué haría? ¿Qué haría para que no le crezcan pelos en las palmas de las manos? O a lo mejor tenía otra. Tenía una virgen en casa y una mujer común afuera. Entonces María era como cornuda. Virgen y cornuda, extraña combinación. Hay que tener conducta para seguir virgen con tanta tentación. Yo, esforzándome, hubiera llegado a los diecinueve, pero más no.

Pobre José, le tocó lo peor. Con María, sólo amor platónico. Hijos propios no tuvo, pero tuvo que criar y alimentar a Jesús. Y Jesús proclamando a los cuatro vientos que no era hijo de él sino del Otro Padre. Nosotros ya lo entendimos, pero en ese tiempo debió de haber sido difícil. Y su paso a la historia no fue el mejor. No recuerdo ninguna oración que le hayan hecho a José para rezarle.

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Oh María, madre mía

Virgencita de Luján

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Pero María está hermosa con ese vestido hasta los pies, hecho con hilos dorados y sedas finas. Debe tener enaguas almidonadas o algo así, porque ella es delgadita. ¿Cuándo se habrá puesto esos vestidos? Porque era de familia pobre. Y el hijo no se le casó, que podría estar bien de madrina así. Aunque dicen que la madrina no tiene que opacar a la novia. Y famosa se hizo después, cuando Jesús fue grande y empezó a hacer milagros. ¿Se habrá hecho vestuario para esas ocasiones? Pero cuando Jesús fue crucificado al menos tendría cincuenta, para aquella época, una vieja. A lo mejor por eso se decidió a hacer sus apariciones con hermosos vestidos. Yo hubiera hecho lo mismo. Y me hubiera aparecido así, jóven y bien empilchada. Como Mirta Legrand.

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Amparadme y guiadme

a la patria celestial.

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Acá tenemos que dar la vuelta para entrar de nuevo a la capilla. Cuánta gente, creo que volvimos muchos más de los que salimos. Lo que pasa es que la fe es contagiosa. Yo hago bien en venir a todas las procesiones, me estoy ganando el cielo. Porque si una reza sola en su casa, Dios puede ser que la escuche, puede ser que no. Pero a esta multitud de gente caminando por la ciudad, la tiene que ver de allá arriba. Y cuando le llame la atención y mire con detalle, seguro que me va a ver a mi. A lo mejor debería haberme vestido más llamativa, pero me pareció que era mejor ropa oscura. Nadie dice qué ropa hay que traer. Después le voy a preguntar al Padre José... no me había dado cuenta, se llama como el padre de Jesús. Y también le toca lo de la abstinencia sexual. A lo mejor hace como el otro José y tiene algo por afuera. A mi nunca me insinuó nada. ¡También! ¡Con esta ropa oscura que traigo a las procesiones!

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