martes, 6 de enero de 2009

Carta a Mary

.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro, las voces de los ecos,
y escucho solamente entre las voces, una.
Antonio Machado

Querida Mary:

Hoy hablaste de la felicidad. Te dije que no te podía dar consejo, entre otras cosas porque no creo que sean de utilidad. Lo que puedo hacer es contarte sobre mí.
Yo me siento feliz porque me encanta la vida. Creo que la vida en el universo no es la regla, es la excepción. Es la discontinuidad, un efecto secundario. Por eso en los procesos del cosmos que se miden en millones de años, nuestra vida es un instante. Es un fósforo que se enciende, se consume y se apaga. Tiene mucho de mágica. Creo que tenemos la oportunidad única de aprovecharla.

Muchas veces las cosas me salen mal. Cuando el problema me parece grande trato de alejarme y verlo con más perspectiva.
Por ejemplo, me retrasé con la revista y no va a estar cuando abra la exposición. Es grave, todos mis clientes esperan ver su aviso en ese momento. ¿Qué hago? ¿Me desespero? No, tomo perspectiva y pienso que esta es una de todas las exposiciones que voy a participar. Que dentro de dos o tres años ni yo me voy a acordar de esto. Lo importante para mí ahora es disminuir el impacto. Voy a llevar revistas anteriores para repartir, retirar hojas sueltas de la imprenta para mostrar algún aviso y que el cliente al menos lo vea. A la vez pienso y anoto qué medidas tomar para que no me vuelva a suceder. Me predispongo a enfrentar lo que venga: algún cliente se enojará, alguno no me querrá pagar el aviso, la competencia sonreirá. Algo voy a perder porque hice mal mi trabajo, es lo natural. Pero la tierra no va a parar su rotación, mis amigos no van a dejar de quererme, ni se va a terminar mi vida por este problema. Por suerte, no soy tan importante que la existencia del mundo dependa de mí. Nada que yo haga mal, va afectar la capa de ozono ni la cantidad de alimento que se dispone en el mundo.

A veces tengo problemas con mis afectos. Mi hija Mailén está enojada conmigo porque se terminó mi relación con mi pareja de varios años. Ella le tenía mucho afecto. Mi ex pareja no está hablando muy bien de mí. La gente que trabaja en mi oficina, a quienes aprecio, a veces piensan que no soy equitativo o que no los valoro.
En esas situaciones pienso que en la vida estamos, en última instancia, solos. A mis hijas les doy amor, las acompaño y les transmito lo poco que pude aprender, pero sus vidas son sus vidas. Ellas harán lo que les parezca mejor y seguro me reprocharán lo que creen que hice mal, elegirán qué hacer y dónde, y yo sólo podré darle lo que tengo: amor, buena voluntad y el ejemplo de buscar siempre la felicidad. No puedo darles lo que ellas creen que merecen recibir, porque es utópico.
Mi idea de una pareja es elegirse para quererse y acompañarse. No pienso en construir mi vida en función de la felicidad de la otra persona. ¡Ojalá puedan darse ambas cosas!

Mi felicidad está alimentada por el amor de los que me rodean, por el reconocimiento de que lo que hago sirve, por la contemplación de la naturaleza, del arte, por los logros económicos y por algunos momentos fugaces en que me parece que entiendo de qué se trata todo esto. Está alimentada, te decía, pero no depende de estas cosas. Yo estoy solo y debo aprender a encontrar lo que necesito. Debo disfrutar de la vida tal cual está, puedo procurar algunos momentos especiales de placer, pero en general deberé aprender a ser feliz en todos los momentos, cuando hago la cola en el banco, cuando miro una película o cuando trabajo. Eso lo hago a partir de una actitud de disfrute, aunque sea por el solo hecho de disponer de vida, ese bien tan escaso y breve en el universo.

Trato de no poner lo bueno sólo en lo que va a venir, el fin de semana, las vacaciones, cuando me jubile, cuando termine el departamentito. Esa es una ilusión óptica que hace automáticamente mi cerebro. Yo trato de desarticularla. Porque si yo no aprendo a ser feliz en todo momento, tal vez pueda aprovechar poco cuando esas cosas lleguen.
Yo descubrí ( para mí, tal vez todo el mundo ya lo sabía) que las situaciones nuevas que deseo y por las que tanto me esfuerzo me dan eso prometido, pero me hacen perder mucho de lo anterior. Si no logré disfrutar la etapa anterior, con la nueva ya será tarde.
Por ejemplo si cuando camino y viajo en colectivo pienso que la dicha va a estar cundo tenga auto. Seguramente sucederá eso, pero también me voy a dar cuenta que no tengo dónde leer, que me creció la panza, que me preocupa el pronóstico por si viene granizo, que me aparecen gastos inesperados…

Como miro alrededor y veo que la mayoría de la gente que me rodea no es feliz, trato de protegerme de ella. No escucho a la gente que siempre tiene una razón para no estar bien, pero me acerco al que realmente sufre por algo. No me enrosco con los noticieros ni los diarios.

Tal vez algo de lo que conté te resuene. Y espero sinceramente que tu existencia se deslice por los mejores caminos, sabés que te aprecio mucho. Luis
.