jueves, 14 de junio de 2007

Padres

Mercedes sintió el aliento de Federico detrás de sí, y no sólo el aliento. Él había pasado rozándola intencionalmente al encontrarla sola frente a la fotocopiadora, cuando llevaba unos papeles a la oficina.
-Nos llega a ver el jefe y nos echan a los dos -le dijo ella suave, pero firmemente, para agregar: -necesito que nos encontremos para hablar.
-¿Encontrarnos para hablar?¡hasta ahora en nuestros encuentros lo menos que hacemos es hablar! - respondió Federico, guiñándole un ojo.

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Esa tarde llegó a casa temprano, televisaban el partido y no pensaba perdérselo. Besó a sus hijos que corrieron a saludar y a su esposa, que quitándose el delantal, también lo recibía.
-Te llegó un telegrama, Federico, no deben ser buenas noticias -le adelantó ella.
Él desplegó con curiosidad el texto que provenía de su ciudad natal.
En el sillón, frente al televisor, lo leyó con detenimiento. ¿Qué sintió con la noticia de la muerte de su padre? Bronca. Odio reavivado. Un sentimiento de desagrado por tener que recordar lo que deseaba borrar de su mente. No le importaba su muerte, le molestaba acordarse de él. Consideraba injusto que la vida no le hubiera deparado un padre como a cualquiera. Bueno, malo, pobre, borracho, como fuera, pero que lo quisiese.
Federico había sentido siempre que no era un hijo, era un accidente del destino. Los únicos que contaban para ese padre eran los otros, los de la esposa legal.
Pero había logrado superarlo mudándose, dejando familiares y conocidos atrás. Ahora su familia era ésta, tenía esposa, hijos, un trabajo decente y amigos con quienes se relacionaba. Todo iba bien.
No iría al entierro. Pondría un abogado para ver si conseguía algo de herencia, su padre pagaría después de muerto algo de su deuda con él.
Ni siquiera le dedicó una lágrima, ni les anunció a sus hijos la muerte del abuelo, al que tampoco conocían. Le pareció inmerecido.
Lo que no pudo evitar fue ver, superpuesta a la indiferente pantalla del televisor, la película de su vida. Recordó a su madre, esforzada, tratando de llevar adelante la vida de mujer sola con un hijo. La recordó de buen ánimo, nunca hablándole mal del hombre con el que se había embarazado. Ella lo había querido sinceramente y él a cambio había rechazado lo que ella llevaba en su vientre. Había en su madre mucho de resignación. Él tenía su familia formal y no podía permitirse que un error de cálculo con su amante le arruinara la vida.
Pero más allá de la lógica de los grandes estaba Federico, un ser humano que deseaba tener lo que los demás: una familia.
Recordó preguntas y bromas que lo incomodaban en la escuela, porque la ciudad, tan grande que parecía, era sólo un pueblo donde se conocían todos. Para protegerse quiso demostrar que no le importaba, tanto que llegó a convencerse. Cuando ya de grande, su padre quiso intentar un diálogo, lo rechazó de plano.
Ahora se cerraba un capítulo de su vida, ese había sido su pasado y Federico comenzaría a vivir su presente y su futuro.
¡Que bueno que San Lorenzo había ganado ampliamente!. Pensaría sólo en eso.

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Al día siguiente se levantó con ganas, algo menos le pesaba. En la oficina el tema del día fue el futbol, y él estuvo muy locuaz.
Con Mercedes no tuvo oportunidad de conversar, pero no se preocupó, tenían cita a la salida del trabajo. Las reuniones de personal que ocupaban los jueves hasta tarde, tenían sus recesos, como el de hoy. Y Federico sabía cómo aprovecharlos.
Fueron a tomar algo, él hubiera preferido el hotel directamente, pero bueno, las mujeres son así.
- Estoy embarazada- le disparó ella, después de escuchar sin escuchar quince minutos de su charla.
- No es posible- respondió él cuando pudo reaccionar- si nos cuidamos.
- Parece que sí es posible, porque me dio positivo.
- ¡No se te ocurrirá continuarlo!- afirmó Federico con idea de terminar la discusión, el encuentro y la relación, que de un juego de complicidad entre compañeros de trabajo, pasaba a algo absolutamente desagradable.
- Podés hacerte cargo o no, yo no pienso abortar- respondió ella, sabiendo lo duro de sus palabras.
“Estas loca”, “te vas a arruinar la vida”, “las mujeres quieren engancharnos como sea”, “ya te vas a arrepentir”, “a mi no me ves más la cara” y otras obviedades por el estilo salieron de la boca de Federico. Justo el día que estrenaba su nueva vida.

2 comentarios:

cuakerboy dijo...

y yo no puedo creer que haya una forma mejor de describir la hipocresia... y la vida... o las dos cosas...

Anónimo dijo...

observar la realidad y volcarla en un texto como el que acabo de leer no resulta fácil, porque dejaste a cargo del lector el levantar o bajar el pulgar a este personaje que repite su historia en otro individuo sin ningún tipo de arrepentimiento, como si realmente fuera su primer día de vida, y no de su nueva vida.
familia-odio-rencor-repetir historias-aparentar-hipocresía...todo junto en un personaje.muy bueno!!!
Adriana