Relato sin adjetivos calificativos
Véanme salir del garage. Todo perfume y limpieza, todo espacio. Y mi chofer comenzando su día con disposición, con humor. Pero lo conozco y se lo efímero de su estado.
En la esquina, dos jóvenes y una señorita: minifalda, piernas y tacos. La mirada del conductor hizo recorrido de ida y de vuelta.
De a poco me voy llenando. Una anciana pone moneditas que la máquina se niega a aceptar, y la cola de los que están abajo se desespera.
¡Alguien que ceda un asiento, por favor! - ruge la voz del chofer. Miradas que se cruzan, desgano, incomodidad; finalmente se levanta el voluntario, la embarazada se sienta y la tensión desaparece.
Una seña de detención llega tarde, y para no dejar el pasajero de a pie, le cierro el paso a un taxi. Gritos y ademanes, improperios e insultos ponen fin a la tranquilidad de mi compañero el chofer.
En la esquina de una escuela, un mar de guardapolvos me inunda y a gotas los voy dejando a cada uno en su casa. Me gusta su alegría, su espontaneidad me hace felíz.
Mi sensación es que transcurre un día como otros, pero algo me dice que a mi conductor no le ocurre lo mismo. Una mujer que subió preguntando por unas calles, encontró respuestas a esa inquietud y a varias más, porque hace rato que los veo conversando. Una frase, una sonrisa, una pregunta y más sonrisas. ¡Que preste más atención que ya tuvimos dos frenadas!
El pasaje se va raleando, vuelve a verse lo espacioso de mi interior, pero el desodorante del inicio trocó en humo, sudores, alientos y encierro.
Ya estamos solos, el chofer, yo... y ella (parece que nos acompaña al garage).
Sean amables conmigo, ¡no me ensucien el asiento de atrás!
1 comentario:
jajajajaj...muy bueno!!!
el juego entre la persona y el personaje me parecieron fantásticos!
Adriana
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