miércoles, 18 de mayo de 2011

Laberinto

Fue fácil entrar en tu laberinto. Tus galerías estaban decoradas de labios filigranados, de miradas aterciopeladas y frases de ternura envolvente.

Y me gustó ir recorriendo al azar patios de caricias campestres, salas señoriales de complicidad y distancia simuladas y balcones de arrebatos con luz de luna.

No había encontrado, hasta entonces, los bajoescaleras de celos machimbrados, ni los galpones de pequeñas rencillas guardadas. No conocía el hedor de rincones impregnados de envidia ni el cesto de ropa sucia de amores no olvidados.

Ahora busco la salida. Quisiera irme cautelosamente, sin pisotear ningún sentimiento florecido de tu jardín.