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Oh María, Madre mia
Virgencita de Luján
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¡Qué hermosa es la virgen! ¡Todos la admiran!
Como es su día la sacamos a pasear por el barrio. No somos muchos, el Padre José dice que somos los elegidos. Yo no falto nunca a estas ocasiones. Me pongo mi vestido marrón oscuro y me cuelgo el rosario al cuello.
Me imagino que los vecinos nos debe admirar cuando pasamos con la imagen por sus calles. Deben pensar: ¡qué bien lo que hace esta gente, está adorando a la virgen para que luego todos tengamos más felicidad! Alguno pensará: yo no tengo constancia de ir todos los domingos a misa, apenas para pascua, ¡qué bueno que haya vecinos que sí van y se ocupan de esas cosas por nosotros! Porque alguien tiene que ocuparse, creo. Sino Dios no sabría qué necesitamos de él. Y tampoco
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Amparadme y guiadme
a la patria celestial.
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¿Y José qué haría? ¿Qué haría para que no le crezcan pelos en las palmas de las manos? O a lo mejor tenía otra. Tenía una virgen en casa y una mujer común afuera. Entonces María era como cornuda. Virgen y cornuda, extraña combinación. Hay que tener conducta para seguir virgen con tanta tentación. Yo, esforzándome, hubiera llegado a los diecinueve, pero más no.
Pobre José, le tocó lo peor. Con María, sólo amor platónico. Hijos propios no tuvo, pero tuvo que criar y alimentar a Jesús. Y Jesús proclamando a los cuatro vientos que no era hijo de él sino del Otro Padre. Nosotros ya lo entendimos, pero en ese tiempo debió de haber sido difícil. Y su paso a la historia no fue el mejor. No recuerdo ninguna oración que le hayan hecho a José para rezarle.
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Oh María, madre mía
Virgencita de Luján
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Pero María está hermosa con ese vestido hasta los pies, hecho con hilos dorados y sedas finas. Debe tener enaguas almidonadas o algo así, porque ella es delgadita. ¿Cuándo se habrá puesto esos vestidos? Porque era de familia pobre. Y el hijo no se le casó, que podría estar bien de madrina así. Aunque dicen que la madrina no tiene que opacar a la novia. Y famosa se hizo después, cuando Jesús fue grande y empezó a hacer milagros. ¿Se habrá hecho vestuario para esas ocasiones? Pero cuando Jesús fue crucificado al menos tendría cincuenta, para aquella época, una vieja. A lo mejor por eso se decidió a hacer sus apariciones con hermosos vestidos. Yo hubiera hecho lo mismo. Y me hubiera aparecido así, jóven y bien empilchada. Como Mirta Legrand.
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Amparadme y guiadme
a la patria celestial.
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Acá tenemos que dar la vuelta para entrar de nuevo a la capilla. Cuánta gente, creo que volvimos muchos más de los que salimos. Lo que pasa es que la fe es contagiosa. Yo hago bien en venir a todas las procesiones, me estoy ganando el cielo. Porque si una reza sola en su casa, Dios puede ser que la escuche, puede ser que no. Pero a esta multitud de gente caminando por la ciudad, la tiene que ver de allá arriba. Y cuando le llame la atención y mire con detalle, seguro que me va a ver a mi. A lo mejor debería haberme vestido más llamativa, pero me pareció que era mejor ropa oscura. Nadie dice qué ropa hay que traer. Después le voy a preguntar al Padre José... no me había dado cuenta, se llama como el padre de Jesús. Y también le toca lo de la abstinencia sexual. A lo mejor hace como el otro José y tiene algo por afuera. A mi nunca me insinuó nada. ¡También! ¡Con esta ropa oscura que traigo a las procesiones!
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